Había una vez un mundo original y sin igual, donde vivía todo tipo de
criatura: unicornios, dragones, gatos, perros, ornitorrincos, libélulas, hipogrifos, enanos, elfos, hadas, mariposas, pegasos
y muchos, muchos más, que hasta algunos son difíciles de imaginar, y sin embargo los hay.
Y cada ser representaba un color. Aunque parezcan pocos, no es así. Colores
hay una infinidad.
Estaban el rosa-rojo, azul-verde, morado-amarillo, rosa salmón, verde
hoja de abedul, azul cielo, azul reflejo del cielo (también llamado azul mar), etcétera.
Sin embargo, los principales tenían algo que los diferenciaba de todos
los demás habitantes: representaban valores.
Eran importantes y especiales, pues ellos no eran derivados de otro color,
sino que eran la base del resto; y poseían la habilidad de cambiar de tonalidad.
Rojo era Valentía.
Amarillo era Alegría.
Azul era Esperanza.
Naranja era Sensatez.
Verde era Tolerancia.
Café era Madurez.
Gris era Paciencia.
Rosa era Amor.
Y finalmente, Morado… ¿qué era Morado? Éste último resaltaba de
los otros porque tendía a cambiar. Podía llegar a ser negro un día, o quizás blanco al siguiente. Todos lo catalogaban de
“raro”, mas no se lo decían por respeto… la mayor parte del tiempo.
“Falta Respeto…” pensó un día Morado.
–¿Qué tal si lo nombras tú? –sugirió Paciencia, leyendo su
mente.
–Ni siquiera sé quién soy yo… ¿Y tú quieres que nombre a alguien
más?
–¿Y por qué no? –comentó sonriendo.
Después de pensarlo un poco, Morado decidió que el mejor color para el
Respeto era el Negro, pues le recordaba la solemnidad y seriedad que mostraba. Aparte de que combinaba con todos los demás
colores, de la misma forma que el Respeto está relacionado con todos los demás valores. Y Negro/Respeto nació (por así decirlo).
Otro día, llegó Amor muy desolado con Morado. Siempre atento a sus amigos,
éste escuchó los problemas de su compañero. Morado respondía a sus preguntas y quejas con sabios y útiles consejos, casi como
si ya hubiera pasado por su misma situación. Amor, sorprendido, meditó un poco, y al final sonrió. –¡Gracias! –exclamó
con una brillante sonrisa y lo abrazó. Luego se fue brincando con Alegría... o Amarillo.
A los pocos días, hubo una guerra entre animales reales y criaturas fantásticas. La razón de su pelea era la rivalidad
que sentían porque unos podían viajar y vivir en la Tierra, mientras que los otros nomás podían transportase a libros. Duró
esto por tiempo indefinido (no se puede precisar, ya que a Tiempo le gustaba moverse de una manera diferente a como lo hace
en la Tierra, e incluso hasta caminaba en reversa si quería).
Valentía inspiraba a ambos bandos a continuar, pensando erróneamente que
hacía una buena obra.
Tolerancia se limitaba a soportar los malos tratos que recibía tanto él
como todos.
Amor lloraba desconsoladamente…sentía que nadie lo quería ni necesitaba.
Madurez y Sensatez eran prisioneros, y por consecuencia no eran capaces
de gran cosa.
Esperanza todavía miraba el horizonte ilusionadamente, con los ojos llenándose
de atardecer. Deseaba hacer algo, ayudar; pero ignoraba cómo. Y, de repente, pasó por su mente como un rayo…
Al siguiente instante corría. Corría. Y corrió hasta llegar con Morado.
–¡MORADO!-gritó.
–¿Qué sucede? –preguntó éste preocupado.
–¡Tengo una idea! Necesitamos PAZ.
–¿Paz?
–Lo que oíste, has de nombrar Paz.
–¿Cómo?
–Al igual que hiciste con Respeto. El rumor se extendió por toda
nuestra dimensión. Por tanto, has de crear Paz en este lugar de locos.
–No sé si pueda…
–¡Claro que puedes…y lo harás!
–Necesito un color… uno que de verdad lo signifiqué…
No es así tan sencillo; un error podría causar un antivalor o algo.
–¡No me importa! Yo… ¡confío en ti!
Esta última frase despertó como una chispa dentro de Morado y se concentró
en encontrar eso que necesitaba… Necesitaba limpiar la guerra… Necesitaba Pureza…
¡Pureza!
–¡BLANCO!
Entonces, hubo un rayo de luz formado por todos los colores, dando vueltas.
Tan rápido que simulaba el blanco, y de este color se puso el ambiente, cegando a todos.
Cuando se desencandilaron los combatientes, se iluminaron sus mentes y
se dieron cuenta de que no había razón para pelear (sinceramente, era una muy tonto el motivo de la lucha). Mientras se disculpaban
y abrazaban, algunos hasta lloraban; caían pequeños brillos parecidos a los copos de nieve, que provocaban Belleza en el entorno.
Sentado estaba sobre una piedra, a la sombra de un árbol, estaba Morado.
Aquel color sin valor propio, que sin embargo había acabado con una guerra… y nadie lo reconocía ni importaba saber
ni agradecérselo. Sentía algo de tristeza, sí. Pero nada que no hubiera sentido ya antes.
Esperanza, probablemente su más cercano amigo, llegó y se sentó a su lado.
Silencio reinó entre los dos (repito, no puedo mencionar el tiempo durado).Y Esperanza lo rompió.
–Salvaste nuestro mundo.
–Sí…
–Pues… ¡felicidades!
–Gracias.
Otro silencio.
–No… Gracias a ti. Sin ti… bueno…
–¿Ah?
–No sabría en quién más confiar.
De nuevo aquel sentimiento extraño por dentro de Morado, que sentía cada
vez que oía algo sobre…
–¡Eso es! –comenzó–. Ya sé quien puedo ser: ¡Confianza!
Y así fue como…
¡No, esperen!, antes pasó algo más:
Azul opinó: –Confianza está bien… pero… ¿has pensado
en ser Belleza?
Y rieron los dos.
Morado respondió: –¡Ah, ah, ah…! ¡No!
Ahora sí:
Y así fue como la Confianza nació… por así decirlo.
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